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La comunicación oportuna y veraz de las políticas como un bien público a cuidar
"¡el Pueblo quiere saber de qué se trata…!"
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La comunicación oportuna y veraz de las políticas como un bien público a cuidar |
Por Roberto Punte |
Durante la década que ha
transcurrido se ha afirmado el criterio de la
superioridad de la política sobre la economía, cuestión
sobre la que cabe coincidir plenamente. Sin embargo, es
preciso realizar salvedades. Primero, que esta noción
de “política” se refiere, sin duda, a la
“arquitectónica” o de buen gobierno, y debe
distinguirse de la politiquería o mera pugna de
intereses sectoriales o personales. En este caso los
ejemplos son útiles. De buen gobierno puede ser la
decisión de una obra y de politiquería subir su
precio, o limitar el número de ofertantes a la
licitación para repartir entre los funcionarios que
intervienen. Lo mismo ocurre cuando, en una decisión
política se decide poner el desarrollo social, el
cuidado del ambiente, la protección de las personas,
por encima del eficientismo y el beneficio o lucro.
Podría ser más eficiente producir con esclavos que en
una comunidad de empleadores y empleados, o más
rentable desalojar a los pobladores, talar los montes y
explotar los campos en grandes extensiones de soja, con
máquinas. En temas así es donde se define la
diferencia entre las decisiones de sana política y las
de politiquería.- Ahora bien, frente a la crisis
cambiaria y bancaria desatada estos días no puede sino
pensarse en varios interrogantes similares. En primer
lugar, el de pérdida de noción de la importancia de
que las decisiones políticas correspondan a la búsqueda
de un sano equilibrio y no generen mayor daño que el
que se quiere evitar. Los buenos gobiernos crecen en la
medida de su acertada respuesta a los problemas, pues
gobernar siempre es sortear dificultades, y no puede
echarse la culpa a la menor o mayor gravedad del caso,
cuando es evidente que se ha desacertado en el
remedio.- Por otra parte, para evitar
precisamente sumar demasiados errores en la toma de
decisiones existen una serie de instrumentos
institucionales, que permiten debatir las posibles
opciones para buscar el mejor menú de equilibrio
posible entre las potencialmente buenas soluciones.- Una buena economía se asienta
principalmente sobre la confianza del público, sobre
las proyecciones a futuro de sus actividades, pues
estos deciden la delicada matriz de ahorro-inversión-
o atesoramiento/gasto, que está en la esencia del
circuito económico. En su Acordada 36/2009 la Corte
Suprema, teniendo en cuenta las interrelaciones entre
el derecho y la economía, dispuso crear una Secretaría
especial para contar con una unidad técnica, a la cual
se le pudiera solicitar una opinión fundada acerca de
los efectos macroeconómicos que derivarían de
decisiones que eventualmente pudieran adoptarse en
expedientes en trámite ante los tribunales. Al
comentar esa Acordada dije que esta era una decisión
que sería deseable si fuera seguida por los otros dos
poderes, que necesitan aún más que la Justicia,
sopesar las consecuencias de sus decisiones sobre el “desenvolvimiento
de las actividades económicas que se realicen en el país”,
en los casos concretos en que deben actuar y decidir y
si estos son o no acordes con la Constitución y sus
principios.(1) Siempre la peor consecuencia
macroeconómica de una decisión inconveniente es la
ruptura de la seguridad jurídica y su secuela, el
descreimiento en las instituciones. Por ello, no sólo
por mera justicia, sino por buena economía, las
argucias contables de los responsables de los tesoros públicos
por incumplir las obligaciones que son consecuencia de
sus errores y desaciertos previos no pueden ser
sostenidas por los tribunales. De ahí que el análisis
consecuencialista es valioso y deseable siempre que sea
integral, tomando en cuenta también los elementos
propios del resguardo en primer término de la
Constitución, de los derechos adquiridos, la
estabilidad de los contratos, de la previsibilidad y de
la palabra empeñada, sobre todo bajo la solemne
formalidad de la ley. Precisamente por esto, entre esos
resortes institucionales se encuentra sin duda el
constitucionalmente previsto “programa general de gobierno e inversiones públicas para el año”,
a cargo del Congreso, que se debe adicionar al
presupuesto según lo dispone el art.75 inc.8º.(2)
La falta del mismo, no puede ser suplida por una
propuesta tan genérica como el denominado “modelo de inclusión con desarrollo social”, categoría vacía
que puede ser llenada desde la izquierda o desde la
derecha, con cualquier tipo de medidas, desde la
democracia o el autoritarismo. No hay crecimiento
macroeconómico “con inclusión y desarrollo”, sin
instituciones y seguridad jurídica firmemente
establecidas, dejando a salvo que tampoco se defiende
hacer un tótem de la seguridad, que puede ceder ante
el cambio de circunstancias, pero, de nuevo, sobre
carriles programados y previsibles. Salvando las
distancias, otro ejemplo de categoría vacía que se
convirtió en un fin por sí misma fue el de la
“convertibilidad“, que lo mismo pudo encubrir un
proceso de remonetización y resurgimiento del mercado
interno, como al principio ocurrió, que el posterior
masivo endeudamiento externo e interno para mantenerla
luego fuera de toda razonabilidad, cuando era notorio
el cambio de circunstancias.- El mecanismo de las actividades
sorpresivas y basadas en políticas secretas, no
explicitadas previamente, es una táctica que bien
puede ser utilizada en la guerra. San Martín al cruzar
los Andes, trató de confundir al enemigo, mandando
expediciones auxiliares e informantes falsos para que
lo esperaran en distintos puntos y no por los dos
lugares donde iba a pasar el grueso de su ejército.- Pero, esto que es válido para
con los enemigos, no es válido para el pueblo a quien
debe tratarse como a un amigo a quien se le explican
las cosas. Por ello, sabiamente la Constitución ha
establecido, que junto con el presupuesto, debe aprobar
el Congreso el referido “programa general de gobierno”, que consiste mucho más que en
una suma de propósitos que pueden ser llenados
igualmente con políticas de izquierda, de centro, o de
derecha, sino un plan explicitado, preciso en las metas
a cumplir, con determinación del tiempo en que cada
acción se ha de desarrollar, así como los medios
reales y disponibles con que se cuenta para ello, y los
modos de control de eficacia y eficiencia en su
realización así como las responsabilidades
consiguientes para quienes sean los encargados de
cumplir el plan.- En consecuencia, y como colofón
puede decirse que cualquier decisión de economía debe
estar presidida por un criterio político, pero no
puede apartarse de los marcos de previsibilidad que han
sido previamente anunciados como pautas de esa política.
He aquí el delicado equilibrio entre derecho,
instituciones y política y la necesidad de que se
respeten pautas constitucionales mínimas, como la
existencia de definiciones concretas de políticas de
Estado, que sean conocidas por todos y luego
respetadas, y si las circunstancias cambian, puedan
generar sus propias correcciones sin apartarse de los
ejes conocidos y aceptados por los ciudadanos actuando
como cuerpo electoral.-
(1)
“Apostilla
respecto de la Acordada 36/2009 de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación”,
Por Roberto Antonio Punte. Publicado el 05/10/2009
(elDial.com - DC11E4) (2) El concepto de “programa general de gobierno “y el requisito de “plan de inversiones públicas” como base del presupuesto nacional en el art.75 inc.8º de la Constitución Nacional”, Por Roberto Punte y Conrado Estol. Publicado el 07/08/2006 (elDial.com - DC95C)
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